Al Sur de la provincia de Ávila y colindando con Cáceres, Madrid, Toledo y Salamanca, se levanta esta imponente muralla de montañas de granito que ha sido tallada por la erosión de los glaciares que la han dominado los últimos 3 millones de años. La Sierra de Gredos alcanza una superficie aproximada de 300 mil ha, aunque el área protegida sólo asciende a 87 mil ha. Cinco valles fluviales atraviesan sus campos y recogen el agua que cae todo el año de sus altas montañas. Un paisaje espectacular se alza ante nuestras miradas desde muchos de sus bellos rincones, con una altitud máxima de 2592, del Moro Almanzor, y multitud de corrientes de agua que dan vida a sus diversos bosques. Desde lagunas glaciares hasta las huertas y los pueblos, se van sucediendo circos, valles glaciares, ricos, cuchillares y morrenas espectaculares.
Su gran diversidad altitudinal y microclimática confiere al espacio de una gran variedad de plantas y animales. Muchos de ellos endémicos (únicamente se pueden encontrar en Gredos), como las plantas Saxifraga pentadactylis subsp almanzorii, Dianthus gredensis o el sapo de Gredos, la Salamandra de Almanzor… así hasta 100 endemismos. Debido a la gran cantidad y calidad del agua que se mantiene anualmente, otro de los valores del Parque es ser un espacio muy importante para los anfibios, en su mayoría amenazados por la escasez y contaminación de las aguas en la mayor parte de la Península. Aparte nos podemos sorprender con la abundancia de cabra montesa y con la fugaz aparición de una garduña, un zorro o una nutria, un águila culebrera, un azor, un roquero rojo o un mirlo acuático entre tantas otras aves y mamíferos.
Su accidentado e inaccesible relieve ha convertido a estas montañas en un mítico y poco habitado lugar, exceptuando sus valles, la cara Sur y el Valle del Jerte. En estas zonas bajas de la sierra quedan algunos restos vettones que así lo atestigüan como los castros, las esculturas zoomórficas, las pinturas rupestres de Candelada… Los romanos arrasan y provocan el despoblamiento de la zona, aunque nos dejan el recuerdo de su paso con una preciosa calzada romana que atravesaba de Sur a Norte por el Puerto del Pico. Son los árabes los que vuelven a poblar los valles, como recuerda el nombre del pico más alto de la Sierra, convirtiendo este lugar en testigo de las interminables luchas con los cristianos. Desde entonces estas tierras han presenciado un tiempo tranquilo de autosuficiencia al abrigo de los intercambios entre pueblos, los pastos y bosques comunales y los concejos. Ganadería, trashumancia y legumbres por la zona Norte y áreas montañosas. Frutas, vino, aceites, hortalizas en la cara Sur y valles bajos. Una perfecta armonía que aún puede disfrutarse en algunos de sus increíbles escondrijos.